miércoles, 4 de abril de 2018

Operación Gedeón


Amanecía en el gorjear de la montaña.
El verde era testigo de lo que vendría.
El cielo se vestía con el olor a traición.
Mis retoños dormían en las alas de la inocencia.
Mi mujer velaba mi esperanza
y mi ma se cobijaba en la bondad.


Toda la vida atiborré mis maletas de fe.
Nunca codicié estar en la senda del héroe,
pero la convicción de vida me tocó la puerta
y la providencia me presentó la esperanza.


Comenzó a sentirse el ruido
por el paso angosto y empinado,
metal y botas corrían por el premio.
El polvo de los caminos llegaría al cielo,
avisaría el expirar de la vida
y prometí no llorar porque ellos no lo valían.


Vino el desigual combate.
Ninguna lucha es ventajosa o pareja
cuando se trata de la libertad.
Rendirse no era de cobardes;
era de aferrarse a la vida para continuar,
pero el mayor bastardo no lo permitiría.




Miré un araguaney a la distancia
y glorifiqué dentro de mí
todo lo que significa la libertad:


Somos nacionalistas, idealistas
que juramos ante Dios defender la vida.
Estamos infectados de democracia;
somos unos patriotas que soñamos
cambiar el rumbo de la vida, pero…
vino el combate y nos agarró en la huída.




El 15 de enero de 2018, Óscar Pérez, junto con otros seis compañeros de lucha, fueron ejecutados por cuerpos de seguridad del Estado venezolano, pese a su voluntad expresa de rendición.

Minutos antes de ser ejecutado estas fueron sus palabras: 

"Dios es nuestro escudo. Nosotros somos su espada pero la verdadera espada es todo el pueblo unido".


 Todas las imágenes usadas en esta entrada fueron tomadas de la web
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